Brasil está sufriendo actualmente las consecuencias de una elección equivocada que se remonta a la época del presidente Juscelino Kubitschek (1956-1961), cuando el gobierno, presionado por intereses estadounidenses y las automotrices que se establecían en el país, decidió invertir únicamente en la construcción de carreteras. Por supuesto, el país necesitaba carreteras, y aún hoy, hay escasez de carreteras bien pavimentadas y duplicadas, especialmente en las regiones Norte y Nordeste. Sin embargo, los administradores públicos no debieron haber sido tan negligentes al permitir el abandono de ferrocarriles, puertos, aeropuertos e incluso el propio sistema de transporte por carretera.
De hecho, el sistema de transporte por carretera se deterioró hasta tal punto que tuvo que privatizarse, lo que resultó en la recaudación de peajes, lo que carga a la sociedad porque la recaudación de impuestos no se redujo. En otras palabras, lo que se recauda como Impuesto sobre la Propiedad de Vehículos Automotores (IPVA) debería haber sido suficiente para el mantenimiento, expansión y construcción de carreteras. Este es el caso, por ejemplo, en Suiza, un país donde no hay peajes en sus modernas autopistas.
Hoy en día, los camiones, cuando logran recorrer las distancias y pasar por numerosas casetas de peaje, se encuentran con puntos de acceso a los puertos congestionados y mal mantenidos. Todo esto se traduce en mayores costos logísticos. Además, desde el año 2000, el número de contenedores manipulados en Brasil se ha triplicado, pero la infraestructura vial y portuaria sigue siendo en gran medida la misma que se construyó hace tres generaciones. ¿Qué se puede hacer? Parece indiscutible que la solución radica en aumentar la competitividad en las concesiones portuarias y terminales y en el sistema ferroviario, que actualmente ofrece servicios deficientes porque prácticamente se gestiona como un monopolio.
Por ahora, la red de carreteras todavía proporciona accesibilidad a los sitios de producción, puertos y aeropuertos, aunque con una inmensa fragilidad, ya que un accidente de carretera a menudo puede causar interrupciones en un radio de 100 kilómetros. En este sentido, se deben tener en cuenta los costos de gastos médicos o incluso muertes causadas por accidentes de tráfico. Además, la seguridad en las carreteras es débil y la tasa de robo de cargas está en aumento. Cada incidente aumenta los costos de seguro, lo que se refleja en la pérdida de competitividad del producto. Para combatir el robo de cargas, el gobierno está considerando la instalación obligatoria de chips de seguimiento en la flota de camiones brasileña.
También vale la pena mencionar que el número excesivo de camiones en las carreteras ha provocado congestiones, aunque la programación obligatoria para la descarga en el puerto ha mitigado sus efectos. Además, no se debe olvidar el daño causado por camiones sobrecargados, que reduce la vida útil de las carreteras.
Por lo tanto, la solución radica en adoptar medidas que fomenten el uso de ferrocarriles, vías navegables y navegación costera, aliviando parte de la carga de las carreteras. En otras palabras, la solución implica la integración de los modos de transporte, como se ve en Europa y Estados Unidos.
Mauro Lourenço Dias, ingeniero electrónico, es el presidente del Grupo Fiorde, compuesto por las empresas Fiorde Logística Internacional, FTA Transportes e Armazéns Gerais y Barter Comércio Internacional. Correo electrónico: fiorde@fiorde.com.br. Sitio web: www.fiorde.com.br.
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